viernes, 8 de abril de 2011

El Hermanito

Cuando su hermano nació, Sa-chi Gabriel pidió a sus padres que la dejaran sola con el bebé.

Se negaron, por temor a que, al igual que como muchos niños de cuatro años estaviera celosa y le hiciera daño.

Sin embargo, Sa-chi no mostraba signos de celos.

Y como ella fue siempre muy cariñosa con su hermano pequeño, sus padres decidieron llevar a cabo un experimento.

Dejaron a Sa-chi a solas con el bebé recién nacido, pero mantuvieron entreabierta la puerta de la habitación para poder observar lo que hacía.

Encantada de tener a su deseo concedido, la pequeña Sa-chi de puntillas se acercó a la cuna, se inclinó sobre el niño y dijo:

"Hermanito, dime cómo es Dios. Estoy empezando a olvidar".

Paulo Coelho

miércoles, 6 de abril de 2011

Muñeca de Sal

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.

- ¿Quién eres tú? - le preguntó al mar la muñeca de sal.

Con una sonrisa, el mar le respondió:

- Entra y compruébalo tú misma.

Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba
disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se
disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:

- ¡Ahora ya sé quién soy!.

lunes, 4 de abril de 2011

La Ola (Serdan Ozkan)

Había una vez una ola en el océano, avanzando, disfrutando de la calidez del sol y la suavidad de la brisa. . Sonrió a todo a su alrededor, según avanzaba hacia la orilla. Entonces, notó de repente que las olas en frente de ella, una a una golpeaban contra la pared del acantilado, siendo salvajemente rotas en pedazos. "¡Oh Dios!” gritó . "Mi final será justo igual al suyo. ' Pronto, también, me estrellaré y desapareceré! En ese momento otra ola que pasaba cerca de la primera se percató de su pánico y le preguntó: "¿Por qué estás tan ansiosa? Mira qué hermoso es el clima, mira el sol, siente la brisa ... " La primera ola respondió: "¿Pero no lo ves? Mira cuan violentamente chocan las olas contra el acantilado, mira que manera tan terrible de desaparecer. Pronto nos convertiremos en nada como ellas. "¡Vaya! ¿Pero no lo entiendes?," dijo la segunda ola:
"Tú no eres una ola. ' Eres una parte del océano."




Otra vez el mar nos sirve como metáfora para poder explicar esa parte espiritual que transciende a lo material y a nosotros mismos. Esta vez es un texto de Serdar Ozkan de su libro “El mensaje de las rosas” que no he podido dejar de traer a nuestro rincón por lo inspirador que me parece. Todo se hace más fácil en la vida si tenemos el convencimiento de que somos algo más de lo que podemos ver, tocar y oír. Saber que pertenecemos a algo mayor, más aún: que somos algo mucho más grande de lo que somos capaces de imaginar hace que cambie la perspectiva y que vivir en la superficie no parezca tan dramático; aunque las circunstancias arriba sean de fuerte marejada, sabes que en el fondo del océano siempre hallarás la plenitud y la paz. Quizás lo difícil sea vivir en la superficie sin olvidar lo que tenemos debajo distraídos por las crisis, las tormentas, las marejadas, o encontrar en la paz en el fondo sin acabar perdiendo el interés de lo que pasa en la superficie. Esté donde esté tu línea de flotación te deseo una feliz semana y que disfrutes de la travesía.

sábado, 2 de abril de 2011

Los tres canteros

El peregrino se acercó a tres hombres que trabajaban en una cantera cerca del camino y preguntó a uno de ellos:
-¿Qué estás haciendo?
-Ya ves –respondió- aquí sudando como una mula y esperando a que lleguen las ocho para poder irme a descansar.
Entonces preguntó al segundo: -¿Qué haces tú?
-Yo –dijo- estoy aquí ganándome mi pan y el de mis hijos
Miró entonces al tercero para preguntarle
-Y tu ¿qué es lo que estás haciendo?
-Yo –respondió sonriente el tercero- estoy construyendo una catedral. Traigo esta semana este relato que en mi juventud me contó mi querido amigo José Luis que tanto bien me hizo y tanto me inspiró. He de confesar que lo tenía olvidado y hace unos días volvió a mi memoria y enseguida supe que lo traería a este rincón para compartirlo contigo. Han pasado muchos años desde que escuché este cuento por primera vez, y hoy parece casi más actual que entonces (ahora que hay varios libros de moda y hasta series de televisión sobre la construcción de catedrales). Los tres canteros estaban trabajando y sudando por el esfuerzo de sacar la roca de la tierra para convertirla en material de construcción. Los tres merecen nuestro respeto. El primero cumple con su trabajo, suda la gota gorda y espera su merecido descanso. El segundo proyecta ese esfuerzo sobre quien seguramente sea su mayor fuente de inspiración y motivación para trabajar. ¿Cuántos de nosotros no habremos hecho grandes sacrificios y aguantado vicisitudes por la posibilidad de ofrecer lo mejor a nuestros hijos!, admirable en los dos casos. Pero espero que el tercero te haya inspirado tanto como a mi “Estoy construyendo una catedral”; si te fijas, en el relato es el único que sonríe, ha alcanzado una manera de transcender, y aunque sólo sea un sencillo eslabón de una larga cadena, siente que su labor es tan importante como necesaria y sabe que de verdad está construyendo una catedral, una catedral que seguramente no llegue a ver acabada, pero que acabará siendo algo grandioso que hará que cada día de su trabajo mereciera la pena. Cada adoquín, cada granito de arena de nuestras vidas, habrá merecido la pena si nos ponemos en disposición de construir en ella a lo grande, de saber que hemos venido al mundo para realizar una tarea única y que sin nuestra participación el resultado no va a ser el mismo. Realmente, cada vez que recuerdo esta historia se renueva mi ánimo y siento que tengo más fuerza para la construcción de la catedral de nuestra vida.