viernes, 1 de octubre de 2010

Un estudiante se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo permitían.
Habló de esto con su maestro diciéndole:- Maestro, los pensamientos y las imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con más fuerza.
No puedo meditar. No me dejan en paz.El maestro le dijo que esto dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa.Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza.El maestro entonces le dijo:- Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y medita.El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:- ¡Deja la cuchara!.
El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y éste le preguntó:- Entonces, ahora dime quién agarraba a quién, ¿tú a la cuchara, o la cuchara a tí?.

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